Una travesía en caballos y carros enlaza estancias y aldeas cerca de Pilar, Capilla del Señor, Areco y Zárate.
Nuestro lema es «La patria se hizo a caballo», me dice Pancho Peña â??propietario de la estancia Los Dos Hermanos, en Escalada, cerca de Zárate, mientras el antiguo pero impecable break recorre una huella fangosa tirado por Andariego y Chajá, dos tranquilos caballos de pecho. Recreando las sensaciones de aquellos pioneros que muchos años atrás hicieron los caminos del país en largos viajes, rodeados por interminables campos, caballos, sulkys y vagones, somos casi 50 personas, en esta nueva cabalgata organizada por Pancho, su mujer Ana y Ercilla Pruden, que partió pasadas las 9,30 desde el barrio de campo Chacras el Molino, cerca de Pilar.
La lluvia que cayó fuerte no hizo más que sumarle emoción al trajín: de vez en cuando, los caballos se cansan de tirar y hay que bajar y ayudarlos empujando el coche, mientras Ana chequea con Ercilla, handy de por medio, que todo esté a punto (que no se vayan a olvidar los chorizos, que estén las tortas fritas para las cinco y media, que dónde está la perra, Sombra). Todo hasta poco antes de las 12, cuando dejamos coches y caballos en un bosquecito al borde de Capilla del Señor, bajo una arboleda tan frondosa como la picada que atacamos como si no hubiéramos comido en varios días: salamines, quesos, panceta, bebidas varias.
Segunda etapa
Panza llena, corazón contento. Y camino por delante. Admiramos algunas de las calles y antiguas construcciones de este pueblo de belleza centenaria y volvemos a la huella, al menos hasta las 2 de la tarde, cuando hacemos la segunda parada de la travesía, en el boliche de doña Elsa, camino a La Lata. A desensillar y darle agua a los caballos, que descansan a la sombra mientras Alejandro tiene casi a punto los chorizos, precedidos por unas deliciosas empanadas fritas.
Con la sobremesa llegan las primeras guitarreadas, con Juan Butler recordando viejos jingles publicitarios y Diego aportando la cuota de seriedad folklórica: algunas cuecas, zambas y chacareras, antes de ensillar nuevamente y partir, siguiendo al vagón de Jorge Aime â??tirado por Rubia y Limeñaâ?? y el de Juan Butler â??con Verdad y Justicia a la cabezaâ?? hacia nuestro destino final: la estancia Los Dos Hermanos.
Cabalgatas como las que organiza Pancho Peña son una excelente oportunidad para que los amantes de los caballos despunten su vicio, y para que quienes poco saben del tema, aprendan a conocerlo y disfrutarlo. La mayoría de los participantes hoy vino con su propio caballo, y pasó buena parte de su vida entre ellos. Como Lucila Laprida, que a los 31 años cuida de sus caballos Capilla del Señor, como muchos años atrás lo hacía su abuelo, lo que parece haber marcado su vida: está por recibirse de veterinaria y trabaja con caballos en Palermo, ahora en Opera Pampa.
Un artista virtuoso
O como Pepe González Guerrico, que ya superó los 70 años de edad y sigue sintiendo por los caballos la misma pasión que lo acercó al arte, en forma de motivos campestres que dibuja y pinta magistralmente. «Las cabalgatas son muy agradables, se genera un ambiente muy cordial y recorremos lugares muy lindos», dice Pepe mientras otros comienzan a armar las carpas y soplar colchones inflables y el gaucho correntino Juan García reparte los equipajes que cargó en su vagón durante la travesía, remolcado por La Rosa y La Mora.
A pocos metros, Alcides Mesa â??que se define experto en asar «todo bicho que camina»â?? vigila los corderitos estaqueados entre las brasas de un lado y el sol redondo, anaranjado, del otro, que se encarga de estirar las sombras hasta el día siguiente. Luego vendrán los vinos, la guitarreada y la noche en la estancia, para despertar al otro día en medio de la bucólica paz del campo.