La argentina-mexicana dio un buen show basado en tangos clásicos. Y mostró que sigue siendo imbatible con sus maravillosas composiciones propias.
Liliana Felipe tiene en la Argentina una cofradía cómplice, de una lealtad inquebrantable. Cada visita suya, cada recital, es un muestrario de códigos fortalecidos por una posición ideológica clara y un humor ácido que lo que alguna vez ella definió como «vanguardia envejecida» festeja a rienda suelta. Ese humor â??revulsivo a veces hasta la escatologíaâ?? sirve para amortiguar toda la ferocidad y la tragedia que subyacen en las impecables canciones de Liliana Felipe.
Felipe es cordobesa, se exilió en México en 1976 y tiene una hermana desaparecida. Durante los primeros años en DF se ganó la vida cantando tangos. Ahora, 29 años después, regresa a ese género que como el bolero, el corrido y el danzón le cae perfecto a su mirada pasional y extrema.
Sin embargo, el brillo que la destaca como artista tiene que ver con sus propias composiciones. Felipe matizó los repertorios: fue y vino de sus flamantes discos Tangachos (basado en tangos clásicos) y Tan chidos (de temas propios). En los tangos â??para los que se valió del actor Rodrigo de la Serna (guitarra), Marisa Hurtado (contrabajo) y Gabriel Fernández (bandoneón)â?? abusó de cierto énfasis, énfasis que pudo domar en su extraordinaria interpretación de Ninguna. Si bien trilladas, las piezas elegidas pegaron fuerte en la sensibilidad del público: Volvió una noche, Las cuarenta, Rencor, Nada, Tinta roja, Esta noche me emborracho y hasta una graciosa versión de Volver con la letra cambiada.
Pero la Liliana Felipe imbatible es la mujer sentada al piano, siempre vibrante, heredera de la tradición del mejor café concert, analítica de la realidad (por ahí desfilaron el tsunami, la salud del Papa, el cardenal Bergoglio, la pelea en el Mercado Central), capaz de descerrajar sus propias canciones como puñetazos certeros. Su crítica social se centra en comentarios antiimperialistas, anticlericales, ecologistas y a favor de la libertad sexual. Felipe es una tenaz militante gay que le dedica una canción a Fernando Peña («soy su eterna enamorada»), que invita a cantar a su pareja, la mexicana Jesusa Rodríguez, y que provoca risotadas identificatorias cuando se refiere a «al paso del tiempo, mi panza, mi dieta».
Todo el andamiaje ideológico y testimonial se caería â??o al menos se escucharía anacrónico u obvioâ?? si la posición de Liliana Felipe no estuviese sostenida por canciones casi perfectas. La fina arquitectura de temas como Tienes que decidir, Mercado del Abasto o Muchacho muestra una calidad compositiva que la ubica al lado de los grandes cantautores hispanoamericanos de otras décadas. Como cantante y pianista tiene fibra, una fibra afín al nervio de vodevil de sus canciones. Y además ostenta un profundo sentido del humor, otra manifestación de su inteligencia indómita.-
amo a la felipe, la adoro, y aunque no he tenido la suerte de verla en persona
sueño con algun dia poder hacerlo. su sencillez e insutileza
me embriagan. la amo. la amo. la amo.
si algun otro fan enloquesido de la felipe quiere comunicarse!..
animo.. aqui esta mi email. No estas solo! yo tambien la conozco!