Es el Síndrome de Ansiedad por Disrupción, que fue descubierto por un profesor de la USAL. Los afectados sufren angustia, irritación y desórdenes, pero no está comprometida su psiquis porque el daño proviene del entorno. Cuando la inseguridad, la crisis y las tragedias nos modifican sin que nos demos cuenta.
Cecilia se niega a salir con sus amigas el fin de semana. No está peleada con ellas, pero prefiere una película en casa. A veces se siente cansada y no encuentra el motivo. Incluso ya no se concentra tanto para estudiar. Se define angustiada y casi al pasar le cuenta a su psicólogo que en el barrio ya habían secuestrado a dos personas que conocía. De acuerdo con un estudio del Profesor Moty Benyakar, de la Universidad del Salvador (USAL http://www.salvador.edu.ar/), estas sintomatologías parecen ser cada vez más habituales en los consultorios. A tal punto llegó su preocupación que luego de evaluar en detalle las características de los pacientes se topó con un nuevo síndrome: el de ansiedad por disrupción (SaD).
Pero, ¿cómo surge y de qué forma aparece este tipo de desorden donde a diferencia de otras patologías no está afectado el psiquismo? El catedrático, que dirige la maestría en Psicoanálisis, forjó en su trabajo un nueva forma de entender la realidad para el campo de la salud mental. Según explica, una persona puede sufrir este síndrome «cuando es afectada por un entorno o evento concreto que la desestabiliza pero no llega a dañar la psiquis», es decir una situación especial o general que produce un desorden.
Si bien aún no llegó a cuantificar el número de afectados por este síndrome, el especialista asegura que el fenómeno ya es considerado como un tema obligado en cuanta rueda o seminario se produzca dentro de la comunidad de profesionales.
Fenómenos como el tsunami asiático, los atentados terroristas, o sin ir más lejos el incendio en República Cromagnon, los asaltos a edificios, secuestros y demás situaciones de violencia que se viven a diario en el país afectan a la población sin que la gente advierta que el desorden que sufren se deba a estos episodios. «El país tiene varios entornos disruptivos, ambientes donde hay una permanente inestabilidad. Ahí es donde la gente va creando mecanismos que no siempre son los adecuados», esgrimió el psicólogo al tiempo que consideró como «preocupante» que aún no se tenga plena conciencia dentro del país para avanzar en la búsqueda de una solución.
Como ejemplo, Benyakar cita el caso de un economista afectado por este síndrome. Según relata, este paciente «advirtió antes de la crisis de 2001 todo lo que podía llegar a pasar y no pudo soportarlo. No dormía, estaba intranquilo, ansioso. Pero su psiquismo funcionaba bien, porque de hecho leyó adecuadamente la realidad». En general, los damnificados por esta enfermedad suelen desarrollar irritabilidad, baja autoestima, cambios en su sexualidad, frustraciones y problemas digestivos. Y un punto recurrente: no encuentran el por qué.
Según un muestreo realizado por su equipo, integrado por los doctores Carlos Collazo, Alvaro Lezica, Jorge Garzarelli, la licenciada Inés Hercovich y Gustavo Tafet, la mayoría de las personas sintió la necesidad de hablar sobre su malestar, «ya sea pidiendo ayuda a amigos o familiares, consultando al psicólogo o aferrándose a la religión», grafica el profesor. Ahí, al parecer, reside la diferencia con otras disfunciones, donde la persona se rehusa a hablar del tema. Por eso, al contrario de lo que ocurre cuando un paciente es tratado en una terapia convencional, este síndrome «no debería buscarse a través de un factor patógeno interior sino que el daño viene del exterior», remarcó Benyakar.
Para este especialista, «la incertidumbre es a veces la madre de este síndrome, sumado a la falta de proyección de futuro. Por eso se da que muchos se quieran ir del país, porque lo que les provocaba el mal era el entorno». Según su visión, resulta cada vez más «llamativo» el aumento de afecciones cardiovasculares, el consumo de psicofármacos y el alza en la drogadicción. «Hay poblaciones donde la tasa de suicidios adolescentes sin motivo es altísima» y aún no se cuenta con los mecanismos justos para enfrentar el problema.
Pese a ser crítico por la falta de respuestas que ha tenido de diferentes sectores para conseguir fondos y así profundizar el estudio de estos casos, el especialista se mostró confiado en su rol como difusor del síndrome aunque sea dentro de los profesionales de la psicología. «Si no lo toman en cuenta, lo primero que piensan es que el paciente está desestabilizado. Lleva tiempo interiorizar a los psicólogos en el tema. Hasta ahora se ha hablado mucho del stress postraumático, pero esto es muy diferente».
En realidad, la aparición del SaD como objeto de consideración llamaría a los psicólogos o profesionales de la salud mental a «reconceptualizar muchos aspectos que se analizaban en base a las cosas que pasaban desde adentro y no tanto sobre las de afuera, que son ahora las que nos desestabilizan», indica. Benyakar hoy asiste a personas afectadas por el incendio del boliche de Once, atiende casos de delincuencia, violaciones, drogas y crisis económica, entre otros fenómenos que arremeten contra la tranquilidad de los ciudadanos.
«Hay gente que viene porque le pasó algo directo o muy relacionados con ellos y hay otros que vienen porque les afecta una determinada situación más general. He tenido un caso donde cansados de vivir en una zona de secuestros al Norte del conurbano se mudaron a Palermo y le robaron en el edificio», grafica el psicólogo desde su consultorio. Estas actitudes que a priori parecen responder a decisiones sin mucha lógica y más que nada motivadas por la desesperación y la falta de respuestas pueden ser tratadas a través de un concepto nuevo: inmunidad psíquica.
Esta actitud está compuesta por tres elementos. «Es necesario que la persona conozca cuál es el factor que provoca daño, cuáles son las características y reacciones típicas que él tiene y qué medidas efectivas toma para prevenirse». Al parecer, la clave para evitar la aparición de este síndrome es reconocer el problema, darse cuenta que la angustia, la ansiedad, el insomnio y los fracasos pueden venir de afuera, del entorno negativo que lo rodea y en consecuencia revertir la situación.
«De acuerdo con mi impresión clínica, aquellas personas que pudieron desarrollar esta inmunidad se encuentran con un impacto psicológico mucho menor que aquellas que utilizan mecanismos de desmentida o de negación del problema, cuando dicen acá no pasa nada y después cuando pasa se lamentan. Todo se trata en el fondo de un mecanismo de defensa», puntualiza Benyakar.
Este síndrome ya fue presentado en congresos internacionales de salud mental en Japón, Grecia, España, Alemania, Estados Unidos, Israel e Italia. En general «se produce una gran aceptación y cada vez notamos más interés en acoplarse a nuestro equipo», reconoció Benyakar. Mientras espera más respaldo económico para su trabajo, el especialista continua aferrado a su misión de darla a conocer a la mayor cantidad posible de colegas y expertos, y así contener un fenómeno que aún no mostró su techo en la Argentina.
http://www.clarin.com/diario/2005/06/07/conexiones/t-990673.htm