Poemas y esculturas proponen que están unidos por la idea de la emigración. La muestra combina textos de Alberto Perrone y obras de Carlota Petrolini.
Lo inesperado, pero evidente, es soñar para atrás, escuchar lo que traen las palabras de adentro», dirá el poeta y compositor Alberto Perrone â??cara angulosa, saco de tweed, nudo apretado de la corbata y manos cruzadas en la espaldaâ?? y uno comprenderá que no se trata sólo de palabras, sino también de vivencias.
Y vaya si es un sueño para atrás. «Azares del Quijote y de Carlos Gardel» es el nombre de la muestra que Perrone y Carlota Petrolini â??escultora, ceramistaâ?? presentan hasta el 29 de julio en la sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional bajo la supervisión curatorial de Rosa Faccaro.
Ambos artistas proponen un escenario lúdico donde se toma a Don Quijote y a Gardel unidos por el deseo de emigrar mientras, en clave inconsciente, profesan el culto de la lengua española.
Se imbrican así más de treinta láminas con textos que cuelgan de las paredes de la sala, donde la pluma de Cervantes se trenza en diálogo con los poemas gardelianos de Perrone y donde Petrolini toma esos versos para crear esculturas y técnicas mixtas. Desfilan aquí más de cien obras, entre Quijotes
psicoanalizándose en anacrónicos divanes, esculturas con varios gardeles acunados por una madre cervantina y hasta un hidalgo que en lugar de caballo circula en bicicleta. Pero hay más. Rocinante y Botafogo en un dibujo cabeza a cabeza y Dulcinea junto a Chabelita â??la más famosa de las novias del Zorzal criolloâ?? departiendo plácidamente en un té de las cinco.
Los une, según los artistas, la idea de la emigración. Perrone gusta contar que Germán Arciniegas, el genial escritor colombiano, dijo alguna vez que si Cervantes hubiera emigrado a América, hubieran pasado dos cosas. Una: no hubiera escrito el Quijote. Y otra: si lo hubiera escrito, la obra estaría hoy en el Archivo de Indias, destrozada por los gusanos. Pero la petición de emigrar que hizo el escritor fue rechazada.
«Todos llevamos la historia del Quijote y de Cervantes a cuestas», se acerca Petrolini, quien da cuenta en su propia historia de tres intentos truncos de emigración. «Todos tenemos algo de la ciudad puerto.»
Gardel, cuenta Perrone, «fue hijo natural de madre francesa, seducida y abandonada por un hombre casado, lo que decidió su partida a Buenos Aires». El artista, que ha vivido en México y Brasil, agrega: «De haber sido aceptado por su padre, otro sería el cantar, ¿no?»
A la emigración, que constituye el punto neurálgico del cruce temporal de «azares», se le agrega el idioma: » ¿Acaso no son ambos representantes de una lengua legítima?», se pregunta Perrone. «Claro, Cervantes ha sido un grande del lunfardo, al igual que Gardel y ambos demuestran en su obra el esfuerzo de una lengua que hoy es llevada por tanta gente y la posibilidad de trascenderla.»
«Y si mi madre no hubiera sido rechazada/por su amante estaría yo/ cantando tangos en esta tierra de barqueros y banqueros/ de todos los rumbos?», recita el poeta y algunas personas que están caminando la muestra se dan vuelta para mirarlo.
Sobre el final, Perrone ofrece un folleto. Allí se explica que esta muestra está dedicada a María Teresa León, esposa del poeta Rafael Alberti y gran escritora, quien «inventó una biografía de Cervantes y vivió exiliada en Buenos Aires». Extraño detalle. «Lo inesperado, pero evidente, es soñar para atrás, ¿no?», dice entonces y sonríe, enigmático.
La Biblioteca Nacional queda en Agí¼ero y Las Heras, la muestra está de lunes a viernes de 9 a 21 y los sábados y domingos de 12 a 19. La entrada es gratuita.