Deportes – Tenis – Nadal fue el campeón; Puerta fue grandioso

El notable mallorquín, de flamantes 19 años, superó al cordobés por 6-7, 6-3, 6-1, 7-5 en un duelo que lo tuvo todo. Pese a la caída, la labor de Puerta fue admirable.

Allí donde se libraron mil batallas, un hombre yace acostado sobre el polvo de ladrillo, mientras otro camina despacio rumbo a la red para saludar al árbitro y para esperarlo. El que está en el piso, mugriento de tierra naranja, empapado de sudor, inmensamente feliz, se acerca y saluda él también al juez de silla. Y entonces sí: se encuentran y se dan la mano primero, como si se estudiaran, y después se ofrecen un abrazo casi pudoroso, estremecedor. Rafael Nadal y Mariano Puerta, el flamante campeón de Roland Garros y el flamante subcampeón, acaban de ofrecer un partido de tenis que costará olvidar. Quince mil personas los ovacionan porque es a ellos, a ellos dos, a quienes hay que agradecerles por tanto.

Ganó Nadal. Derrotó a Puerta 6-7 (6-8), 6-3, 6-1 y 7-5 en 3 horas y 24 minutos. Se quedó con un duelo que tuvo mucho de dramático, de tenis jugado al límite, de despliegue físico conmovedor, de astucia táctica, de paciencia. Y si lo suyo, el título y la producción, será recordado por mucho tiempo, es también gracias a que lo que hizo su vencido fue enorme. Enorme de verdad.

«Mariano tiene tenis para ganarle», había advertido Andrés Schneiter, el entrenador de Puerta, ante Clarín. Sabía de qué hablaba. Al minuto de juego quedó bien en claro que, más allá de un comienzo impreciso, Puerta complicaría a Nadal con un despliegue de potencia inusitado. Y eso pasó durante casi todo el partido: uno atacando, buscando, golpeando con esa derecha furibunda pero también con un revés cruzado que funcionó a la perfección. El otro, el favorito, levantando la pelota, agazapado, variando velocidad y altura, defendiendo como un león.

Quebró Nadal de entrada y así se fueron al 3-1. Iban 24 minutos de juego cuando Puerta quedó 15-40 y le hizo una seña al juez. «Me rompí la otra», se advirtió que le decía a su coach. Había tenido problemas en la pierna izquierda ante Davydenko y esta vez era la derecha la que le molestaba. Atención médica, gran vendaje para Mariano, y primer momento de tensión en el partido. ¿Se puede dar ventajas físicas ante un superdotado como Nadal? Sin hacer un solo gesto de dolor, el cordobés decidió dar pelea. Recuperó el quiebre en el sexto y fueron al tie-break. Un tie-break espectacular en el que sacar, curiosamente, significó partir en desventaja. Era palo contra palo, drop filoso contra carrera increíble para contrarrestarlo. El estadio ya oscilaba, y no dejaría de hacerlo, entre el silencio expectante y la explosión ensordecedora, apenas interrumpida la secuencia por algunos gritos de aliento individuales, síntomas de la tensión. En su segundo set-point, después de que Nadal llegara a dos o tres bolas imposibles, Puerta capturó el primer set cuando su rival tiró un globo apenas largo. En una hora y 12 minutos, la final prometía más.

Después, un poco porque Puerta se acostumbró a arrancar bien y decaer en los sets siguentes, y mucho porque enfrente tenía al mejor tenista del momento, Nadal creció hasta adueñarse del partido. En el cuarto game quebró el saque de su adversario, y lo curioso fue que la iniciativa la siguió teniendo Puerta, aunque suyos eran ahora la mayoría de los errores no forzados, fruto de la necesidad de arriesgar. Fue 6-3 el segundo parcial (40 minutos concluidos con una derecha paralela). Y fue 6-1 en el tercero en otros 29, en el único momento en el que el argentino pareció salirse de las casillas y lanzó un insulto. Una doble falta de Puerta llamó al cuarto set.

Caían unas gotas sobre Roland Garros, casi imperceptibles. Apenas se agitaban las banderas españoles y argentinas. Y Puerta, ese hombre que remontó ante Cañas y Davydenko perdiendo dos sets a uno, entendió que era su hora. Ahora o nunca. Y fue. Le importó muy poco que enfrente estuviera el favorito, el hombre que quería hacer historia y que la hará de todos modos. Quedó 0-1, pero quebró para igualar, y recuperó la confianza del comienzo hasta armar un festival de tiros a las líneas. Sólo un monstruo como Nadal podía no sólo mantener la bola en juego, sino también responder con passings shots cruzados a la carrera, cruzados e incontestables.

Faltaban dos momentos inolvidables. En 3-3 Puerta tomó ventajas de 40-0 sobre el saque rival, ya con la gente repartida por mitades. «Puer-ta», «Na-dal». Y no pudo doblegarlo. Y en 5-4, después de haber quebrado, tuvo tres set-points para ir al quinto: un passing soberbio del mallorquín, una palomita de Puerta que no fue volea ganadora por nada, una derecha en la red. Adiós set-points, adiós la gran chance. Y en minutos, el 5-5 se hizo 6-5. Tuvo Nadal su primer match-point, y la derecha de Puerta, como su ilusión, pasó de largo.

Entonces, lo del comienzo. Uno en el piso, el otro derrotado, y el abrazo del final. París tenía un campeón asombroso y un finalista admirable.

http://www.clarin.com/diario/2005/06/06/deportes/d-00415.htm

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