Cuatro décadas después de que su producción global tomara un impulso que parecía imparable con el botón de stop , el cassette se encuentra en estado terminal a juzgar por sus ventas.
Desde su creación en la década de los 60, pasando por su auge en los 80, este soporte llegó a convertirse en un protagonista de la cultura musical en todo el mundo.
Tal vez siseaba y era propenso a los cambios de velocidad, al desgaste, a enredarse en el reproductor, pero aún así fue el rey antes de que existieran el formato MP3 y los sitios de Internet para bajar música.
Sin embargo, los expertos creen que ya no le queda más cinta, al menos en el mundo occidental.
«La producción musical en cassettes tuvo su mejor momento en 1989, cuando se vendieron 83 millones de unidades tan sólo en el Reino Unido», cuenta a la BBC Matt Phillips, de la Industria Fonográfica Británica (BPI, según sus siglas en inglés).
«El año pasado, las ventas fueron de apenas 900mil. Está claro que el negocio está en picada», completó.
Los «mezclados». Fue el gigante holandés de la electrónica Philips el que perfeccionó el diseño del cassette en los años 60.
Por ejemplo, «El código Da Vinci» ha sido un éxito también en este soporte: llegó a vender entre 60 mil y 70 mil copias en el Reino Unido.
Fuera de Occidente, los cassettes siguen vivos como formato musical en países como Afganistán e India. En otros mercados hay artistas que directamente graban en cinta.
En Turquía se venden 88 millones de cassettes al año y en India 80 millones.
Aun así, ¿cuánto más podrá sobrevivir este formato?
La mayor fábrica de cintas magnetofónicas del mundo, en Estados Unidos, dejó de producir a principios de año. Por lo que algunos temen que, incluso si existiera una fuerte demanda de cassettes en el futuro, no habrá material para que circule entre sus carretes.
Con todo, seguramente pocos se olvidarán de términos como fast forward , rewind , record y pause , palabras que de un modo u otro se han incorporado al lenguaje cotidiano…
í?ste fue lanzado como una nueva forma de «entretenimiento portátil» en un mercado que en aquel momento estaba dominado por los discos de vinilo y las grabadoras con grandes carretes.
Curiosamente, Philips no cobró regalías por la patente de su cassette y permitió que otras compañías utilizaran su diseño gratuitamente, lo que aseguró la rápida aceptación del nuevo soporte.
Así, a mediados de los 80 llegaron a venderse en todo el mundo 900 millones de unidades por año, es decir, el 54% del total de las ventas en el rubro musical.
La industria, sin embargo, se mostró preocupada por algo inherente a los cassettes: que podían grabarse fácilmente en casa.
Los empresarios temían la piratería e incluso llegaron a decir que las grabaciones hogareñas estaban «matando a la música», un argumento similar al que hoy se aplica a quienes bajan canciones de Internet.
Con todo, grabar en casa permitía la creación de una cinta «mezclada», una compilación de temas que con frecuencia se dedicaba a un ser querido.
Este proceso de crear un cassette mixto fue inmortalizado por el escritor británico Nick Hornby en su novela «Alta fidelidad».
Incluso hay nostálgicos como el periodista neoryorquino especializado en música Joel Keller que lamentan que las computadoras personales hayan «matado» a las cintas «mezcladas».
Para él, el proceso de arrastrar archivos y quemar un CD es mucho menos romántico y divertido.
¿Transformación?. Si bien están desapareciendo rápidamente de las disquerías del Reino Unido, los cassettes parecen haber encontrado una pausa en las librerías.
Las cintas aparecieron por primera vez en estos negocios para facilitar títulos a los ciegos. Actualmente, un tercio de los libros en audio se venden en cassette.