Ganarle a Brasil de la manera en que le ganó la Selección el miércoles da, siempre, una seguridad y un envión anímico incomparables. Porque, aunque parezca una verdad de Perogrullo, Brasil no es cualquier rival. Y para ganarle a Brasil se necesita â??salvo afortunadas excepcionesâ??, además de fútbol de primerísimo nivel, otros atributos esenciales: coraje, personalidad, solidaridad, fuego sagrado. El equipo de Pekerman tuvo juego de sobra en ese fantástico primer tiempo. Y tuvo ese plus espiritual que suele distinguir al jugador argentino en las paradas bravas. Con los abanderados habituales â??Sorin, Ayala, Mascheranoâ?? en eso de apretar los dientes, meter pierna y contagiar fervor, pero también con el aporte de todos, cada uno a su manera. Para decirlo sin subterfugios: nadie se escondió, ni siquiera cuando Brasil se jugó el resto a la quimera de dar vuelta la historia. La prueba, entonces, se superó con creces: desde lo colectivo y desde lo individual. Y tanto fue así que hoy, a un año de la Copa del Mundo, es impensable imaginar una formación titular sin determinados apellidos.
Después de lidiar durante largo tiempo con el karma Batistuta, ¿quién puede discutir ahora el lugar de Hernán Crespo? En la consideración popular, cuando anteayer se anunció la alineación por los altoparlantes, el 9 quedó tercero, detrás de Riquelme y de Saviola. Luego de su poderosa â??y absolutamente convincenteâ?? exhibición de oportunismo, frialdad, olfato y justeza, sus acciones parecen no tener precio. ¿Qué mejor examen que Brasil para despejar dudas y hacer olvidar los taponazos de Batistuta?
Tras las contadas oportunidades que dispuso en la era Bielsa â??por culpas propias y porque el ex seleccionador, evidentemente, priorizaba otros nombresâ??, ¿quién es capaz de pensar hoy una Selección sin Juan Román Riquelme? Si hasta inventa goles de zurda… Cuando Román se enciende, cuando se enchufa, cuando no se transforma en espectador, cuando se compromete sin retaceos con el juego, el equipo ofrece su versión más distinguida. Porque él lo maneja, con su maestría y con su panorama, y porque los compañeros se mueven a su alrededor, a su compás. Juega y hace jugar, virtud de unos pocos. De los elegidos.
Si Javier Saviola era otro que aparecía con cuentagotas en el ciclo anterior â??aunque casi siempre figuraba en las convocatorias para calentar el bancoâ??, ¿quién se atreve a decir en estos días que el Conejo no es el acompañante ideal de Crespo? La descosió contra el campeón del mundo y demostró una condición extraña en los que traen el gol desde la cuna: no es egoísta. Ahí está como ejemplo fiel el tercer gol, el de la plástica palomita de Hernán.
Ellos tres â??Crespo, Riquelme y Saviolaâ?? quizás sean los casos más emblemáticos, más aún después de sus brillantes actuaciones del miércoles. Pero hay otros (varios) que también son número puesto no sólo en la nómina mundialista sino directamente entre los titulares. Como Roberto Ayala, por sobriedad, por experiencia y por temperamento. Como Esteban Cambiasso â??un preferido de Pekermanâ?? y Javier Mascherano â??con flamantes 21 años juega como si fuese un veterano de cientos de batallasâ??, si se apuesta al doble cinco. Como Juan Pablo Sorin, capitán y emblema, alguien que no conoce de fronteras en la cancha. Como Lucho González, otro eximio generador de fútbol. Como Gabriel Heinze, un silencioso que se ve poco pero que convence a los entrenadores. Si hasta el Pato Abbondanzieri â??de dubitativa tarea ante Brasilâ?? parece indiscutido en un sector que hoy no cuenta, justamente, con indiscutidos.
La base está, la antológica frase que patentó Héctor Veira, ya tiene razón de ser en esta Selección de Pekerman.
http://www.clarin.com/diario/2005/06/10/deportes/d-07003.htm